Unos piquetitos no más. Grito en desesperación queriendo vomitar algo más grande que yo. Expulso rabias a las que no les encuentro el rastro. Estoy segura que recuerdo cosas que no son de aquí. Sangre en la pared del baño y en el almohadón-escudo. Volver a temer el largo de mis uñas. Yo venía envuelta en copal y gratitud. Envuelta en fuego y ronca de rezar. Sin hambre. Sin frío. Nueve águilas. Cuando vi entrar a Koshari, el pájaro de truenos, tuve ganas de llorar, y lloré. Pero no sé qué decir en momentos como estos; sólo sé gritar lo más alto que puedo y asustar todo a mi alcance, queriendo expulsar este rastro antiguo. Ya no quiero seguir con los piquetitos.