Liturgia fantasma II

Levanta la mano lanzando el conjuro:

Volveré como liebre...

Por cuarenta días y cuarenta noches mira al sol y toca la tierra.

Le piden renuncias enormes que pesan igual cargarlas que dejarlas atrás.

Pero es una. Ha venido a emanciparse y a dejar de pedir permiso.

Extraña tantas cosas...


¡Ay! cómo me pesan las alas,

¡ay! ganas de besarte aire,
mis plumas están cansadas.
haz que mi corazón baile...



Hay nostalgias de agua que le lavarán algún día los pies, pero ahora mismo debe quemar la casa.
Debe bailar desnuda.
Debe asustar al barrio.

Koshari, ¡déjala danzar en paz!
No le cabe tu misión en ese cuerpo.

Ayer vio a Jonás y tuvo que decirle que el mundo está loco, no ellos. El otro mundo está loco.
Le da mil pesos y él se va entre dormido y despierto como si nada hubiera cambiado entre la que fue y la que es. Pero sabe que la mira. A él le dicen indigente. A ella le dicen otras cosas: zorra, loca, hipócrita, egoísta, aburrida, violenta...

Y este ser alado es hermoso pero inunda el círculo con barro y espinas. Huyen. No debe temer a quedarse sola en esta tormenta. "El mundo está loco, Jonás, no nosotros". El otro mundo.

¿Por qué cada hechizo que lanza le escupe la otra mejilla?
Dicen que Dios volteó la mirada al ver que su Hijo cargaba todos los pecados del mundo.
Náusea. Ojalá culpa.
Mirá lo que hiciste viejo sádico. Un asadito de cordero con tu propia sangre. ¿A ella también la vas a negar antes de que amanezca? Bueno, sí, sabemos que ese fue otro. Salí con un "no todos" para que rebote mejor la ira por el cuerpo.

Mirame. Termino hablando de vos. De vos. En vez de hablar de ella.
Hay nostalgias de fuego que algún día le quemarán los pies, pero acá, sin estar atada a la hoguera igual quiere salir corriendo. No sé... Ser una mujer de arena. Puras diatomas y terminar en el Amazonas en un lago en el cielo...

Ahora levanta la mano y no lanza nada. Ni conjuro, ni maldición, ni rezo.
Levanto la mano y se queda así, quieta, esperando la señal de que salí del desierto, tentada, sucia y renacida.

Hasta podría, con esa mano tiesa de esperar alzada, escribir una carta de amor que diga que en otro universo, en el corazón de otra loca muy parecida a mí, hay voluntad de sembrar aunque el mundo se acabe al día siguiente.

Pero esta no...
porque volverá como una liebre,
o un pájaro con truenos
o una niña aturdida que se esconde en el ropero para escribir con el labial de la madre que
"Dios aprieta... pero no existe".

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