Ars curandi

 Quién y cómo cuidará de mí, de nosotras quiero decir, lo mismo que de las personas ancianas, de los y las down, no ha sido una reflexión y lucha centrales de ninguno de los feminismos, disidencias o epitetos representativos visibilizacionistas de ninguna indole de mi región en los últimos 100 años. La pandemia y el encierro llegó y nos agarro con los pantalones bajos, y así como no se milita ni la menopausia ni el climaterio pero si la vulva y la menstruación, nadie nunca se organizó con pespectiva de género, ese bolazo, por las ancianas y las discas. A nadie parece llamarle la atención que se pueda adoptar un bebé siendo una pareja de mismo sexo pero que nadie desee amadrinar a una disca y subvencionarle la existencia, ayudarle a pagar la obra social aunque se sepa que por grandes períodos no nos es posible trabajar, si es que nos es posible.

Porque no hay cuerpo que no se beneficie de un regimen de opresión que segrega y construye a otro como dispensable, excluible y eliminable. Que levante la mano cual de las no binarias, cual de las trans, las afro, las fronterizas, las cuir, las queer, las kuir, las lgtbs, las disidentas se piensa disca, fragil, vulnerable, enferma, descaderada, totalmente demente como para golpearse la cara contra las paredes o arrancarse el cabello a mechones. ¿Cuál?

¿De verdad tu venganza es ser bonite cuando podrían arder las catedrales de este imperio?

Ser una persona con una discapacidad significa también ser una persona discapacitada. Una persona sometida a los dictámenes del modelo médico rehabilitador, algunos insidiosos y subrepticios, de condiciones que no tienen ni rehabilitación ni corrección; otros, normalizantes. Discapacitadas una vez más. Culpables de nuestra enfermedad. Responsables de nuestra cura o mejora. Voluntariamente estamos donde estamos. Algo habremos, o no, hecho.

Si tan solo pudieramos pasar a un ars curandi, un arte del cuidar, donde como en el sueño de Foucault obtuvieramos placer de ocuparnos de alguien de alguien más.

-L. Silvestri-