Amarilla

Abro la compu y la busco.

En el fondo de mis sinus congestionados quiero encontrarla y hablar. Decirle que su corazón es bonito y que hay formas de vivir sin andarlo apretado. Yo no las conozco muy bien y no estoy segura de poder explicárselas, pero sé que existen y quisiera que lo supiera.

Me meto entre las canciones que escucha y sé que ha estado escribiendo sobre él, fundamentalmente porque sé que le ha estado escribiendo a él.
Quisiera abrazarla y decirle que su tristeza es bonita pero que me da mucho miedo.

Hace unas noches soñé que me ayudaba a hornear queques. Ansiosa y triste andaba. 
Le echó sal a los queques en vez de azúcar. Se disculpó mucho pero yo sólo quería decirle que hay cosas bonitas que son muy tristes también. 

Como su luto. Como su alegría. Como su fantasma.

Después soñé que me tocaba sin permiso sentadas en la oscuridad de una sala de teatro. Le pedía que se detuviera pero me susurraba al oído que mejor me acostumbrara. 
Me desperté llorando. 
Y no lloraba por sentirla intrusa, sino por sentirla rota. 
Por sentirme un poquito en ella y querer salir huyendo; o por tener ganas de llamarla, de escribirle un mensaje diciendo que está bien si no sabe dónde poner todo lo que quería entregar -yo tampoco sabría- pero que prefiero abrazarla y decirle que hay cosas ricas que luego se sienten feo, como una caricia no solicitada o como un queque con sal.

Decirle que es mejor estar lejos de esas cosas, porque son espejismos enfermos del deseo y nos joden la vida.


Ejemplo.
Opio en las nubes. (R. Chaparro Madiedo)


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