Nombrar porque la vísperas...

Hay que ponerle nombre a esa otra voz que no es la mía
pero que jode como un yuyo:

"todo lo que amo me dura poco"
o más bien: "amo y lo que amo muere"
o más bien: "matás todo lo que amás"

Llorábamos bajito,
como con miedo a que nos encontraran carceleros imaginarios,
porque lo más hecho mierda de todo es darse cuenta de que la materialidad de las cosas sólo se sostiene por cuerpos que imaginan que son otras cosas que no son cuerpos.
"Tú estás aquí porque tienes un cuerpo".
Rosaura lo descubrió en el barrio de las chabolas y yo lo descubro en un cinquito de labios que besan mis pecas, y en una voz que me jode sin tener cuerpo pero que parasita el mío.
Al final nos dormimos sabiendo que lo que queda es el abrazo;
que ahí, metidas en lo verde, metidas en una casa blanca y vieja,
metidas entre piel y melena estaba la vocecita necia diciendo que la racionalidad neoliberal y el amor líquido está en todas partes porque está en nosotras.

Decidimos nombrar y yo digo cualquier cosa: Hellen.
Pude haber dicho Laura, o Susana, o Hannia, o Lola, pero dije Hellen.

Le cuento que Hellen insiste en resentirse y conflictuarse.
No le digo el resto.
Por ejemplo, no le digo cuando me reclama que eché todo a perder;
que aunque él se victimizara por no poder accesar a mi cuerpo,
eso sí que era amor.
Que habría hecho una vida a mi lado y que soy una malagradecida por no desear lo que deseaba.
Que apechugara porque decidí ignorar las señales
y que cualquier reclamo justiciero ahora era estúpido porque pudo haber sido mucho peor.

Naty dice que tiene su propia Hellen -que todavía no tiene nombre- diciendo cosas horribles:

te van a encerrar y te lo merecés.

Pero su Hellen no contaba con que la iba a distraer con besos para que ninguna de nuestras vocecitas necias tengan boca disponible para esparcir su veneno.

Al principio llorábamos bajito,
como con miedo a que nos encontraran policías imaginarios,
de esos que aparecen cuando la vida te da motivos y de pronto te sentís un fraude;
pero después nos reíamos de vernos los ojos llenitos de luz de sol y la pancilla revuelta de tantas curvas.

"Hay que ponerle nombre a esas voces para diferenciarlas de una misma".

"Tenés razón, guapita.
Tenés razón", y le besaba la comisura de su cinquito de labios.

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