Algo que escribí mientras estaba internada y pude conseguir un lapicero y una hoja

Ayudarnos.
Escuchar.
Realmente escuchar.
Pensar en cómo elevar el ki.
Los medicamentos me atemorizan porque me hacen sentir como si nada fuera a maravillarme de nuevo, pero ha decir verdad, es algo que me pasa desde antes. Como si los ecualizadores de mis emociones sólo funcionan en los medios aunque pase añorando los agudos metálicos y los graves oscuros.
Quiero volver a sentir.
Veo mi vida y toda la autocompasión que me he tenido. Desear no tener la vida que tuve a estas alturas es no reconocer mi resiliencia y botar al suelo lo que he logrado.
Apalabrar me es más sencillo que integrar, pero la convivencia con el resto se me vuelve a veces imposible no importa cuánto nombre mis amuletos.
Los grupos, las masas, lo gremios abanderados de las verdades.
Es el mismo miedo: ser aplastada para sobrevivir al hecho de que todxs somos iguales sin importar las distancias impuestas por los capacitismos, la racialización, el género, la aporofobia, la mononorma, la ciudadanía obligatoria.
Despojados de sus devenires históricos tan sólo como un anuncio de Benneton.
Hay más verdades por desmontar, y aquí, en esta celda del bienestar no encuentro aun un escape a mis propias consrucciones falsas; a las voces condicionanes de mi subjetividad.

Lo que corresponde es invocar a mis potencias como se invocan los dioses, diría Leo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Heyoka Disca

Tantas veces me mataron

Internación. Día 1