Síntomas


De la nada cayó un pájaro muerto a mis pies.
Sin más. Muerto desde lo alto de un gran edificio, como una hoja de palma que se desprende después de mucho tiempo de esperar seca.
Era pequeño y amarillo, con los ojos como vidrios negros.
Todavía estaba caliente. 
Todavía estaba vivo, sólo que estaba muerto. 
Lo tomé con las dos manos, volteándome hacia todos lados tratando de evidenciar la emergencia. 
Parecía que todavía respiraba, pero no lo hacía.
La ciudad estaba ocupada, lidiando con el temporal.
Quizás era el frío. Un pájaro pequeño se había muerto de frío.
Lo froté entre mis manos. Lo bañé de vaho. Nada.
No sé para qué lo hice. Sabía que estaba muerto.
Lo escondí entre unos arbustos y pensé en mi cuerpo. Metástasis. Pensé en todos los presagios que da la muerte y cómo se pierden entre el ruido de la tiendas y el silencio de los parques.

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