A Ana se le caen los dientes

"Se ha permeado en mí una sensación mortífera oscura y sin embargo no pesada ni densa, si no más bien liviana y verdaderamente reconfortante porque es puro estado de inercia, pura pasividad.

No quiero nutrirme, no me interesa, no procuro estar bien, tampoco me interesa, no me quiero limpiar ni me quiero sumir en una energía fluida de vibraciones armónicas y hermosas.

Genuinamente no me interesa llegar a la luz, no siento mi esencia, intenté meditar un día de estos y me percaté: no sé si tengo esencia, no sé si creo en el alma, no me palpita nada, no significa nada la pregunta en si, no hay trascendencia y no creo en lo esencial ni en mí misma.

Estoy saliendo de la gripe, comí cúrcuma, jengibre, ecchinácea, me hice tés y me hice sopa, comí polen, comí ajo y comí cacao. Mi cuerpo está matizando salir de la enfermedad, claro, pero no lo hace cual guerrera de luz atravesando las tinieblas, saneando las rupturas; no. Mi estado es el mismo. No significa nada salir de la gripe, no significa bienestar ni tiene esa intención. No me siento como un ser lleno de vida, ni sano, ni mucho menos completo. Creo que esa ilusión de completitud y verdad originaria esencial le ha hecho mucho daño a la humanidad y la ha dejado a merced de ideas falsas. Pero también es la pura ilusión mía de estar atravesando el abismo nietzscheano como nunca antes: atravesando la pregunta que me hace la muerte. No en cuanto ''la que mata'' si no la muerte solamente, la pulsión de lo viviente que nos ata a lo ausente, a la falta, a lo que nunca llega, al amor que le procuramos a lo imposible".

Ana no duerme, y yo ofrezco hacerle una sopa para que me la arroje en la cara si necesita volverse loca en medio de la crisis.


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